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La historia de los huevos de Fabergé: suma de arte y tradición

Fabergé: la historia de los huevos de Pascua más valiosos

Cada año muchos de nosotros nos reunimos en familia para celebrar la Pascua: barbacoas y copiosos menús, volar cometas con los más pequeños, merendar mona de pascua con su correspondiente huevo… Sin embargo, ¿alguna vez os habéis preguntado de dónde viene la tradición del huevo de Pascua?

En este artículo vamos a hablar de la historia de los huevos de Fabergé, un tipo muy especial de huevo de Pascua, que entra en la categoría de joyería de lujo y cuya historia encierra un hermoso relato. A continuación os contamos todos los detalles para que podáis conocer el por qué de su inmenso valor, que abarca dos dimensiones; por un lado un componente artístico y por otro un elemento intangible derivado de una interesante tradición cultural.

El peso de la tradición en el valor de los huevos de Pascua más famosos

A la hora de referirnos a los huevos de Pascua, es preciso explicar su relación con la llegada de la Primavera. En este sentido, hay que recordar que tanto los conejos como los huevos de Pascua simbolizan la fertilidad y el renacer de la vida asociados a la llegada de las estaciones más benignas. Este atributo se relaciona con la diosa teutona Eastre, a quien se dedicaba el mes de abril, que marca el inicio de la primavera. De hecho, una derivación del nombre de esta diosa es la que pasó a denominar la Pascua en los países anglosajones, conocida como Easter.

En muchos países teñir, pintar y decorar los huevos es una costumbre que ocupa a las familias en los días previos a la Pascua. En Rusia, por ejemplo, la fiesta de la Pascua es la más importante del calendario ortodoxo. En ella se intercambian tres besos y huevos de Pascua para celebrar la resurrección de Cristo. Es precisamente en esta tradición donde podemos encontrar el origen de los huevos de Pascua más famosos de la Historia: los huevos de Fabergé.

huevo de Pascua Fabergé

En 1885, el zar Alejandro III encargó al orfebre Peter Carl Fabergé un huevo de Pascua para obsequiar a su esposa, la zarina María Fydorevna. El joyero diseñó una pieza del tamaño de un huevo de gallina: una banda de oro descubría el sistema de apertura que escondía otro huevo de oro más pequeño que albergaba en su interior una gallina en miniatura de oro macizo. Este regalo entusiasmó de tal forma a la zarina que Alejandro le pidió a Fabergé que cada año realizara un nuevo huevo para regalarle a su mujer. La única condición que impuso fue que cada obra fuese única y encerrase en su interior una sorpresa secreta.

Así, cada huevo contenía una sorpresa única y personalizada en su interior, como una miniatura, un reloj, un retrato o una pieza de joyería. Estas sorpresas eran diseñadas para reflejar los intereses y gustos personales de la familia imperial rusa, y a menudo estaban relacionadas con eventos importantes en sus vidas. Surgió así la historia de los huevos de Fabergé; cuando Alejandro III murió, su hijo y sucesor Nicolás II continuó con la tradición de regalar cada Pascua un huevo a su madre y también a su esposa.

¿Dónde radica el valor artístico de los huevos de Fabergé?

Los huevos de Fabergé son famosos por ser piezas de joyería excepcionales y muy valiosas, creadas por la casa de joyería Fabergé para la familia imperial rusa entre 1885 y 1917. Cada huevo está hecho a mano y es una obra de arte única, con una sorpresa escondida en su interior.

El punto más interesante de los huevos de Fabergé es su diseño y la atención al detalle que se puso en su creación. Cada huevo es una pieza única, y se le dio una gran importancia a la elección de los materiales y a la ejecución de los detalles más pequeños. Los huevos eran elaborados utilizando metales preciosos, esmaltes, diamantes, perlas y otras piedras preciosas, y estaban adornados con intrincados patrones y diseños.

Estamos ante un tipo de bien cuyo cálculo de valor es muy complejo, ya que ha de contemplar dos dimensiones; por un lado el componente artístico y por otro el factor intangible propio de una tradición cultural.

En resumen, el punto más interesante de los huevos de Fabergé es su diseño excepcionalmente detallado y la atención al detalle que se puso en su creación, así como la sorpresa única y personalizada que se encontraba en el interior de cada huevo. Estas características hacen que los huevos de Fabergé sean piezas de joyería únicas y muy valiosas, y continúan siendo objeto de fascinación y admiración en todo el mundo.

Hoy en día, todavía se desconoce el paradero de todos los huevos de Fabergé. La mayoría de ellos están expuestos en museos o son propiedad del Kremlin. Sin embargo, algunos pertenecen a colecciones privadas como las de la reina Isabel II de Inglaterra o Rainiero de Mónaco. Tan solo unos pocos han salido a subasta, alcanzando todos ellos precios desorbitados. El motivo es que en su fabricación se utilizaron materiales como el oro, la plata, el platino o el níquel acompañados de diamantes, zafiros, rubíes, y otras piedras y minerales preciosos. Pero sobre todo, lo que incrementa el valor económico de estos huevos es el elemento intangible que impregna toda su historia; el misterio y la ostentación que envuelve el legado de los Romanov y la dinastía imperial rusa.

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