Los datos desagregados del PIB de 2020 publicados por el Instituto Nacional de Estadística muestran que las actividades constructoras e inmobiliarias representaron un 17% del total, casi siete décimas más que en 2019. No se veía un incremento anual de esta magnitud desde el año 2004.
Sin embargo, es importante poner estas cifras en contexto. 2004 fue un año de crecimiento económico global (un 3% anual), con lo que el aumento del peso de estos sectores sobre el total estaría reflejando un comportamiento aún más vigoroso por parte de las actividades inmobiliarias y de construcción que el de la economía en su conjunto. Por el contrario, en 2020, en un contexto de caída del PIB de un 11% anual, el aumento del peso específico de las actividades inmobiliarias y de construcción está relacionado con un comportamiento relativamente mejor que el global por parte, concretamente, de las actividades inmobiliarias, no así de la construcción. El subsector de actividades inmobiliarias registró descensos anuales entre el 3 y el 4,5% durante 2020 frente a las caídas entre el 8% y el 21% que experimentó el PIB en los tres últimos trimestres del año.
Frente a este peso actual del 17%, en los últimos 20 años las cotas de menor aportación de estas actividades al PIB nacional se registraron en 2001 y 2017, con algo más de un 15%. El máximo fue un 19,2% en 2008.
Si se dejan de lado las actividades inmobiliarias y se analiza aisladamente la construcción (donde entraría tanto la actividad residencial como la de infraestructuras), su aportación al PIB en 2020 fue de un 5,6%, que supone un descenso de dos décimas respecto a 2019, rompiendo la tendencia de crecimiento continuado desde 2015. El momento de máxima aportación de la construcción al PIB en los últimos 25 años fue 2006 cuando alcanzó un 10,8%. En la mayoría de las economías avanzadas la construcción representa entre el 7 y el 12% del PIB nacional, según datos de Eurostat, con lo que la aportación actual del 5,6% evidenciaría un margen de crecimiento en esta actividad.
La construcción ha sido uno de los motores de la economía desde finales del siglo XX y también la base del crecimiento del empleo. Con un fuerte componente cíclico, la construcción se caracteriza por una actividad intensiva y tienen muchas interrelaciones con otros sectores productivos. Ello explica su elevada capacidad de arrastre y de estimulación de un gran número de actividades económicas, desde la fabricación de materiales hasta actividades como inmobiliarias y seguros.
Construcción y la actividad inmobiliaria asociada se alzan como actores destacados en la recuperación que afronta la economía en estos momentos. Saneado y fortalecido tras la anterior crisis de 2007, profesionalizado y con un mayor protagonismo de la tecnología y la industrialización en el proceso constructivo, será complicado que volvamos a ver ese peso conjunto del 19% sobre el PIB, que comentaba que llegaron a alcanzar en el año 2008. En un año económicamente complicado como ha sido 2020, nos quedamos con el dato del 17% de aportación conjunta de las actividades inmobiliarias y de construcción sobre el PIB en 2020 y con el apunte sobre el aparente potencial de crecimiento de un sector estratégico y dinamizador de la economía, como es la construcción, que en 2020 aportó apenas un 5,6% al PIB nacional.
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