El Códice Calixtino es un manuscrito del siglo XII que servía de guía a los peregrinos a su paso por Santiago de Compostela, un libro antiguo que fue robado de la catedral gallega y recientemente recuperado en un garaje cercano. El polvo, la humedad y la luz del lugar podrían haber dañado páginas con nueve siglos de historia a causa de una conservación incorrecta, por eso nos hemos preguntado, ¿qué factores ponen en riesgo la vida de una obra literaria?
A la hora de establecer el valor de un libro antiguo es necesario atender a la importancia del autor, la antigüedad del libro, pero también al estado de conservación de la pieza.
Un libro del siglo XII, como en el caso del Códice Calixtino, puede perder valor si las inscripciones, dibujos y grabados están ilegibles a causa del deterioro, de ahí la necesidad de una buena conservación y manipulación.
Existen cuatro factores ambientales que pueden acortar la vida de un libro:
- La humedad del aire y la temperatura
- La iluminación
- El polvo y los gases
- La contaminación biológica
El primero de los factores atiende a la cantidad de agua que existe en el aire. A más temperatura, mayor grado de humedad y, por lo tanto, un mayor riesgo de degradación. Los materiales de los que están hechos los libros absorben agua del aire –su masa tiene un 6% de agua- por lo que es necesario disminuir la temperatura del recinto donde se encuentra la obra para evitar una mayor absorción.
Además, la humedad atrae la propagación de hongos, también muy perjudiciales para los libros. Una humedad relativa inferior al 50% evita el desarrollo y cuadriplica la expectativa de vida del libro.
La iluminación también es un elemento a tener en cuenta. La luz natural y artificial tiene radiación invisible, es decir, rayos ultravioleta e infrarrojos que deterioran con rapidez la obra.
Los primeros producen cambios químicos en los materiales y los segundos aumentan el calentamiento de la superficie. Para evitar los daños, la emisión de los rayos ultravioletas en el lugar donde esté ubicado el libro deben ser inferiores a los 75 microvatios /lumen.
El ozono, el dióxido de azufre y los gases nitrogenados son perjudiciales porque producen la oxidación y acidificación de la obra, así que es necesario sellar y filtrar el recinto para aumentar la calidad en la conservación.
El moho y los insectos son otros factores igual de destructivos, que unidos a la acción humana (manipulación, almacenaje) pueden provocar daños irreparables en obras con un gran valor histórico y que será difícil de recuperar.
Fuentes de referencia:
- Del Corral, Milagros (2012) “¿Cómo proteger un tesoro artístico?”. Cultura El País.
- Tacón Clavaín, Javier “La conservación del libro antiguo”. Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense.