Cultivar cualquier tipo de planta es una tarea que requiere conocimiento, dedicación y paciencia. Precisamente, esos son los atributos necesarios para criar bonsáis, pequeños árboles en miniatura cuya tradición se extiende hasta nuestros días.
El origen de los bonsáis data de hace unos 2.000 años en China. Fueron los monjes taoístas los que comenzaron a cultivarlos, popularizándose poco después por gran parte de Asia. El fuerte significado de los árboles, testigos incansables del paso de los siglos, determinó que se decantaran por esta práctica, cuidándolos a diario para que pudieran ver el paso de las generaciones.
El nombre de bonsái significa “naturaleza en bandeja”. El objetivo del cultivo es que parezcan verdaderamente a árboles que podamos encontrar en el campo, pero de tamaño reducido, gracias al uso de técnicas que impiden su crecimiento, como la poda de raíces y ramas.
Por todo el mundo existen grandes colecciones cuidadas hasta el más mínimo detalle por verdaderos expertos de estas plantas. Japón es un semillero de estos artistas, un país en donde es muy habitual encontrarte este tipo de plantaciones en diferentes lugares de su geografía. Uno de sus maestros más respetados es Kunio Kobayashi. Su vivero-museo, Shunka-en, alberga algunos de los ejemplares más antiguos y valiosos del mundo, como un pino con más de 1.000 años que preside la muestra. El estadounidense de origen japonés John Naka, otro gran experto de esta naturaleza en miniatura, dejó para la posteridad una de las composiciones más bonitas que existen: “Goshin”. Esta plantación de once enebros está expuesta en el United States National Arboretum.
Esta afición también ha ganado muchos adeptos en Europa. Uno de los coleccionistas más conocidos es el expresidente del gobierno español Felipe González. Durante sus años en La Moncloa, plantó y cuidó a un buen número de árboles. Muchos de ellos eran variedades autóctonas de diferentes lugares del país que él mismo fue recopilando durante sus años de mandato. González donó un centenar de ejemplares de su colección en 1996. Actualmente se encuentran expuestos en el Real Jardín Botánico de Madrid.
Determinar el valor de un bonsái es algo complejo, ya que, a la exclusividad, hay que unirle la gran cantidad de horas de trabajo y cuidado que requieren para que puedan convertirse en plantas milenarias. Hasta la fecha, el récord de bonsái más caro del mundo lo tiene un enebro de 250 años. En 1981 salió a subasta, alcanzando la cifra de 2,5 millones de dólares.
Probablemente, algunos ejemplares de Kunio Kobayashi o el propio “Goshin” de John Naka podrían superar esa cifra pero, de momento, sus propietarios no están dispuestos a desprenderse de estas pequeñas obras de arte.
Fuentes de referencia:
Bonsái Empire. “Top 10: los mejores bonsáis”.
El más caro del mundo (2012). “El bonsái más caro del mundo”.
Real Jardín Botánico. “Colección de bonsáis del Real jardín Botánico”.